sábado, 26 de diciembre de 2009

Mi jean y yo

Como todo viejo, puedo recordar las cosas de mi niñez y juventud con claridad. Claro que también con ese velo distorsivo que la nostalgia pone en el pasado. No es el pasado que yo viví sino el pasado que recuerdo.
En fin, no más digresiones, lo que recuerdo hoy es algo que puede verificarse: cuando la juventud argentina se puso los jeans por primera vez, se llamaban “vaqueros” y generalmente tenían como apellido “Far West” que era la marca conocida y creo que la única. Había algunos que tenían jeans comprados en EE UU pero eran muy pocos ya que entonces los viajes al exterior eran para los pudientes. Si hasta había que ser de una buena clase media para ir a tomar sol a Carrasco.
El vaquero era de color azul oscuro con puntadas amarillo oro y cuatro bolsillos. Sí, cuatro verdaderos bolsillos, no como los de ahora que apenas nos dejan sitio en las nalgas para poner las llaves o el documento. Nunca el dinero porque esos bolsillos son fácilmente presa de los punguistas (palabra hoy casi inhallable que significa ladrón de billeteras y dinero en los bolsillos, actividad que se decía era muy practicada por ciudadanos chilenos).
Bueno, esos pantalones indestructibles que usaba para ir al club o para los picnics (otra palabra en vías de desaparecer) me fueron acompañando a lo largo de toda mi vida. En ocasión de la jubilación desterré al fondo del placar los trajecitos, los blazers y las polleras tubo, los vestidos cuyo ruedo sufría los dictados de la moda pasajera, todo mi guardarropa con la sola excepción de los jeans usados los fines de semana.
Y desde entonces todos los días me pongo mis jeans y una remera acompañados de las zapatillas cómodas, anchas y holgado receptáculo de las plantillas. Protesto porque el que saqué hoy es bastante nuevo y tiene solamente dos bolsillos traseros y salgo a la calle dispuesta a la aventura.

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