sábado, 26 de diciembre de 2009

Sobre la ropa

Una de las grandes ventajas de la edad avanzada –y muchas no tiene- es que a la mayoría ya no nos importa la moda ni la elegancia. Con las excepciones habituales de algunos viejos donjuanes que se ponen blazers y camisas sport de Giesso con pañuelo de seda italiana al tono cubriendo el cuello de gallina desplumada. O de algunas señoras de buen ver que aún piensan que el amor del cine puede ser suyo y recurren a los pliegues de alguna robe de tienda elegante cuando no al cirujano plástico para parecer unos dos o tres años más jóvenes.
En general los viejos tenemos el buen tino de andar por la calle con esas cómodas zapatillas deportivas, pantalones amplios –o el ubicuo jean- y, en invierno, el agradable polar que sirve tanto para un fregado como para un barrido.
Y si tenemos que hacer una salida más arreglada, nos pondremos alguno de esos atuendos que guardamos de la época anterior a la jubilación. Que nos quedan estrechos o cortos o perdieron un poco de color y brillo colgados en el placar.
Pero lo lindo de3 esas reuniones a las que hay que ir vestidos de “gente” es llegar a casa y ponerse las ojotas mientras nos sacamos la ropa estrecha, grande o deslucida. ¡Ah!

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